jueves, junio 16, 2011

los que hablan en la iglesia

Entonces le pregunto: - Y sobre que habló el cura ayer?
Lo piensa un instante, trata de recordar algo y no emite nada coherente.
Entonces le digo que se ha quedado dormida, como puede ser que no recuerde el sermón del día anterior. Me niega con la cabeza, se ríe y constata que efectivamente no se acuerda de nada de lo dicho en la iglesia. Entonces le pregunto si recuerda el sermón de la semana anterior. Su respuesta es la misma; nada, no recuerda nada.
Yo hace años que noy a la iglesia, ya no tengo religión. Trato de recordar algún sermón y tampoco. Se me ocurre escribir a Julito, el es un asiduo concurrente a la iglesia desde siempre. Le pregunto y da vueltas... finalmente no recuerda ningún sermón en especial ni en detalles.

Me pregunto si los sacerdotes no les estarán errando en ese momento espectacular que poseen al hablar sobre lo que se les venga en ganas. Disponen de un precioso tiempo y de un público que no reprochará nada en absoluto. Deberían ser sabios en la oratoria y en la persistencia del mensaje del discurso. Quizás lo son y, los que no retenemos somos los que acudimos a la iglesia.

En fin, cada quien que elija su camino de gloria, alimento y vida. Aunque no creo en Dios y no tengo afinidad con niguna religión les dejo un sermón que encontré -vaya a saber donde- que me parece muy elocuente.

Una mañana de domingo un joven pastorcito estaba mirando a sus ovejas. Al oír las campanas de la iglesia y ver a la gente caminando por el camino cercano a sus ovejas, comenzó a pensar que a él también le gustaría comunicarse con Dios. ¿Pero qué puedo decir? pensó. Nunca aprendió ninguna oración.
Entonces de rodillas, comenzó a recitar el abecedario: A,B,C, y así hasta llegar a la Z, repitiendo su oración bastantes veces. Un hombre que pasaba por ahí escuchó la voz de un niño, y al mirar por entre los arbustos vio al jovencito arrodillado, con las manos unidas y los ojos cerrados, diciendo: -J,K,L,M…
-Qué haces, pequeño amigo? -le preguntó al muchacho interrumpiéndole.
-Estaba rezando, señor -respondió el niño.
-¿Pero por qué estás recitando el alfabeto? -le dijo el hombre sorprendido.
- No sé ninguna oración, señor. Pero quiero que Dios cuide de mí y me ayude a cuidar de mis ovejas. Así que creí que si decía todo lo que sabía, él podría juntar las letras para formar las palabras que quiero y debería decir.
-Dios bendiga tu corazón. Tienes razón. ¡Dios lo hará! -le deseó el hombre sonriendo feliz. Y se fue a la iglesia, sabiendo que ya había escuchado el mejor sermón que pudiese escuchar ese día.

Cada niño trae al mundo el mensaje de que Dios no está aún decepcionado del hombre. Salmo 8:4,5 ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y honra.
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Hay una raza que lo único que sabe hacer es hablar, ya me tienen harto!

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