lunes, diciembre 31, 2007

Maté 9 perros cuando iba a la Estación


Era muy temprano por la mañana. Se escuchaban las bocinas de los trenes, al parecer había cientos de ellos; pero... Virgen Santísima de lo Inmaculado! si ya los trenes han dejado de marchar. No pude esperar más y me arrojé escaleras abajo, luché (de la misma forma que todos los días) con la remilgada cerradura hasta que pude salir del edificio.

Quería ir hasta la antigua y abandonada Estación de Trenes, tenía que corroborar con mis propios ojos lo que atronaba en mis oídos. Apenas había hecho 20 metros cuando me apareció, de entre las sombras de un portal, un intento de perro descuajado pero furioso - debo confesar mis miedos a estos amigos del hombre... cuando apenas tenía la habilidad de agarrar mi propio pene para orinar sufrí una mordedura de un pastor (no me refiero a un predicador-podría ser, no?) sino a un pastor alemán, que más que alemán era porteño. El desgraciado me abrió una zanja de 5 centímetros en una de mis piernitas, aquellas que nunca pudieron crecer tan fortachonas.., de ahí, desde ese momento, los miro con recelo. Ellos se dan cuenta y me miran de la misma forma.

Bueno, volviendo... cuando se me apareció este descuajo canino y me gruñó, solo atiné a lanzarle una patada en el medio de su sucia mandíbula, dio casi vuelta y media en el aire hasta que se estampó contra un árbol , se reacomodó y huyó despavorido. Lo sucedido me inyectó tanta adrenalina y sensación de poder que mi mirada se extravió y, no supe de mi andar hasta que un policía, de esos gordos hijos de re-mil putas golpeó mi cabeza contra el marco de la puerta de su patrullero. Lo miré con furia, enfoqué hacia las gigantes puertas de la Estación de Trenes, bajé la mirada hacia el terraplén norte y allí recién comprendí porque tenía a este gordo uniformado intentando meterme en su maloliente auto. Había por lo menos 8 perros desparramados, deformados, sangrando, gritando de dolor y de seguro con decenas de huesos rotos. 8 y sin contar con el primer descuajado que me atacó. Los había golpeado, asesinado y sin miramientos. Por otro lado, no había ningún puto tren haciendo sonar su bocina - claro que no los iba a haber- todos los sabían, también yo, cuando desperté transpirado junto al cuerpo de mi amada, miré hacia la ventana y allí estaban los mismos hermosos pájaros de siempre, esta vez enmarcados en un cielo magnánimo rosa y vibrante. Así debe empezar mi año. Olvidando las incongruencias del pasado, reemplazando los sabores ferrosos de la evidente oxidación gubernamental y sobre todo... sabiéndome hombre luchador, optimista y real. Mirando sobre mi hombro aquellos momentos que hoy consideraré pesadillas.

Les dejo estas imágenes. Para disfrutar y para reflexionar.


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